ISLA DE PHUKET. TAILANDIA




A la isla de Phuket la llaman “Perla del Sur”, porque cuelga literalmente del grácil cuello que forma la península meridional de Tailandia. Y sobre todo porque, en pleno mar de Andaman, es una joya exótica cuyo nombre basta para evocar playas de arena resplandeciente bajo las palmeras y el silbido de la resaca. Dicen que ha perdido su aire salvaje que la hizo famosa hace veinte años. Sin embargo, Phuket sigue siendo un universo único, un islote tropical de 810 km2, donde los vergeles y los puertos pesqueros se distribuyen entre verdes colinas.

El primer dilema es escoger entre la decena de playas que en forma de bahías o calas bordean la costa oeste. Si te gustan los ambientes urbanos y las noches ruidosas, decídete por Patong y Karon. Algo más retirada está Bang Tao, y más salvaje, Nai Thon. En la punta sur se encuentra la delicada ensenada de Nai Han, cerca del suntuoso Royal Meridien Yacht Club y de pequeñas pensiones que atraen una clientela dispar donde se mezclan elegantes yachtmen con jóvenes viajeros. Aquí apreciarás la famosa arena de Phuket.

Si quieres aventura, puedes alquilar una moto o un coche y adentrarte en la frondosa vegetación del interior. A lo largo de carreteras increíblemente estrechas, cocoteros, arrozales y plantaciones de piñas dan una imagen condensada de Asia. En la selva, en la reserva real de Khao Phra Taew, podrás escuchar el grito de los gibones y el rumor de las cascadas.

Phuket Town, la somnolienta capital de la isla, se anima alrededor de un mercado lleno de frutas exóticas. Hay que callejear para admirar sus edificios con soportales de estilo chino y portugués, unos restaurados, otros decrépitos. Son el testimonio de la riqueza de las dinastías chinas que, comerciando con el caucho y el estaño, atrajeron a navegantes malasios, árabes, indios y europeos.

Un mestizaje que se entiende mejor al desplegar un mapa y descubrir que Phuket constituye un punto de comunicación en el mar de Andamán, rodeado de una diadema de islas salvajes cuyo descubrimiento vale la pena.

Hacia el sur

En Pukhet puedes coger un ferry que te llevará a otro decorado de ensueño: Koh Phi Phi, un par de islas recortadas por acantilados, cocoteros y ensenadas tranquilas que, después del rodaje de la película La Playa, parecen ser el último edén. No hay carreteras, únicamente caminos de tierra que conducen a playas idílicas aunque a veces con demasiadas construcciones.

Y sin embargo Phi Phi Don aún emana la magia propia de los lugares de ensueño. Con un tinte mayor de aventura descubrirás Phi Phi Ley, su isla gemela. Sus acantilados rocosos ocultan un lago interior o una gruta oscura donde los buscadores de nidos de golondrinas parecen funámbulos en lo alto de las cañas de bambú. Basta que nades un poco para alcanzar arrecifes de coral plagados de peces tropicales.

Puedes hacer cruceros por el mar de Andaman o excursiones en kayak a las islas vecinas. Descubrir la Bahía de Phang Nga y las islas Similan. Las posibilidades que te ofrece el sur de Tailandia son muchas.

La gastronomía y los hoteles de lujo coronan este destino.

Platos con arroz y leche de coco

El ingrediente básico de la comida tailandesa es el arroz, que se cocina con especias y se acompaña de pollo, carne de vaca, cerdo o gambas. También es muy normal tomarlo en forma de sopa con pescado. En cuanto a los postres, debes saber que los tailandeses son unos entusiastas de los dulces. También hay buena fruta.

En el Parque Nacional de Similan sólo hay un restaurante que sirve unas excelentes raciones de pasta frita

A dos horas en coche o en barco de Phuket te espera un decorado antidiluviano: el de la bahía de Phang Nga, un vertiginoso laberinto de crestas montañosas cársticas minadas por la erosión, devoradas por lianas que surgen entre el manglar y las aguas de un verde profundo. Hay que alquilar una de esas ruidosas barcas de motor y larga cola para descubrir los misterios que esconde: grutas marinas, cavernas decoradas con pinturas prehistóricas, pueblos de pescadores construidos sobre pilotes... Y las sorprendentes y enormes rocas calcáreas como la famosa Isla James Bond, llamada así tras ser uno de los escenarios de la película El hombre de la pistola de oro (1974).

Qué idea

Si quieres bañarte en las aguas más claras de Tailandia, hazlo en el Parque Nacional Marítimo de las islas Similan. Hay cruceros desde Phuket con posibilidad de hacer submarinismo y se organizan breves excursiones a este archipiélago desierto, donde hay que dormir en tiendas o bungalós. Aquí podrás emular a Robinson, recorrer las costas de las nueve islas, explorar los bosques arenosos y las luminosas calas salpicadas de bolas de granito. Unas gafas y unas aletas bastan para descubrir la riqueza de sus arrecifes: jardines de rocas y de corales repletos de peces como el abanico de mar, la raya o el tiburón ballena








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